martes, 27 de agosto de 2013

El infierno de Mallatalud - MMR Bikes en Verbier: “Vidal fue rescatado en helicóptero”

 Hoy lo recuerdan entre risas, en torno a una buena comida, en casa de Vidal, pero cuando al final de su carrera deportiva algún periodista les pregunte por algún momento que nunca olvidarán, Óscar Pujol, Vidal Celís y Julen Zubero (Mallatalud MMR Bikes), al margen de todo lo que les quede por vivir en el ciclismo profesional, ya tendrán una vivencia extrema que relatar en su ranking final de experiencias al límite: la Gran Raid, prueba valedera para la Copa del Mundo de maratón BTT que disputaron el pasado sábado en Verbier (Suiza). El infierno blanco de los Alpes.

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 El inicio de su aventura nos transporta al viernes, a la madrugada previa a la carrera, donde el equipo aguardaba a la prueba alojado en una agradable cabaña de madera, con los tres corredores apuntalados en camas rústicas, de esas que crujen al girarse, con la sensación de dormir a escasos metros de los aullidos de los lobos, al abrigo de una noche que alardeaba de luna llena mientras amparaba aún su cansancio aglutinado en más de 13 horas de viaje previo en coche. El amanecer no quiso ser menos, la prueba alpina les regaló un despertar espectacular, de esos que hipnotizan, que te evaden de una realidad aderezada de stress, contaminación, crisis y caos urbano.

Una vez desplazados a la línea de salida, el espectáculo estaba servido: 5000 metros de desnivel en un recorrido de 125 kilómetros en territorio alpino. Óscar Pujol lo describe perfectamente: “hay que hacerla una vez en la vida para saber lo que es duro, bonito, divertido y además sufrir en la bici mientras te emborrachas de ver paisajes espectaculares”, recuerda.

Y llegaba la hora de la verdad, el pistoletazo de inicio, con los corredores del MMR bien situados en la parrilla de salida: “teníamos parrilla de favoritos así que no hubo mucha lucha por la posición, estábamos rodeados de cracks del btt, uno de ellos con maillot blanco y arcoíris, nivelazo del bueno”, recuerda con satisfacción el corredor catalán.

Los movimientos no se hicieron esperar, había hambre de salida, los tres corredores responden al unísono: “¡cinco kilómetros iniciales picando para arriba y los Mallatalud al frente!”, vociferan. Y fue en ese punto kilométrico cuando la organización hizo saber al pelotón de valientes donde se habían metido…el infierno les esperaba. Vidal no lo olvidará: “pasamos un túnel iluminado en el kilómetro seis antes de la primera bajada con un cartel que ponía: ‘welcome to the hell` (bienvenidos al infierno)… ¡flipante!”, exclamaba con los ojos abiertos como si tuviera aún el cartel delante. Pujol le corta: “y no se te olvide lo de la canción de AC-DC sonando en el túnel, la de ´highway to the hell´ (autopista al infierno)… ¡y tanto que ´hell`!, dice entre risas mientras imita con sus manos el guitarreo eléctrico de los rockeros australianos.

Luego pasan a relatar el tramo a pie: “Creo que estuvimos subiendo con bici al hombro durante 45 minutos, parecíamos nazarenos, ¡que sufrimiento!, y luego la gente que había subido hasta ahí para dar bebidas y animar, ¡que grandes!”, recuerda. En ese momento los tres corredores del MMR ya rodaban por separado.

Y ahí comenzó el verdadero viaje al infierno. Vidal Celís sería el primero en pagar los esfuerzos: “Debí desayunar con poco margen de tiempo, porque con los primeros arreones el desayuno pasó a mejor vida”, recuerda entre risas. El resto fue penar: “Ya estaba metido en el infierno, subir, bajar, sin capacidad de contactar con el auxiliar porque ya no estaba en el punto inicial, tener que arrastrarme casi hasta los siguientes avituallamientos, un desastre”, comentaba con los ojos abiertos, aún sin entender que le pudo haber pasado.

Julen Zubero circulaba por delante de él: “quise esperarle para hacer algún tramo juntos, pero claro, no era consciente de lo que le había pasado, así que no acabábamos por coincidir en ningún tramo”, comentaba acompañando sus palabras de leves movimientos de mano.

Óscar, sin embargo, se resistía a ceder, permaneciendo en el grupo cabecero hasta el kilómetro 70: “aguantaba en el top 10 de cabeza, pero me solté en una bajada, al pasar por el siguiente avituallamiento pregunte si me sacaban mucho y me dijeron que si, así que me vine un poco abajo”, comenta desilusionado. Ahí acaba su competición. Lo que vivió después es sólo digno de supervivencia: “comí, bebí y puse mi marcheta. Me fui apagando como una vela hasta el punto de sólo pensar en acabar y desde luego acabar me supo a triunfo. Ya no pensaba en la gente que me pasaba, sólo en seguir como fuera”, recuerda aún preguntándose cómo pudo seguir.

La situación no hacía sino empeorar: “Me llegué a marear y me quedé atascado en el kilómetro 104 y no avanzaba. Me senté, me tumbé a ver si me recuperaba pero nada”, comenta bajo la atenta mirada de sus compañeros, que apuran ya el postre. Óscar, tras apurar un trago de agua, continúa con su relato: “empecé a subir ya la última rampa con la bici de la mano… 45 minutos ´a pata` y aún paré dos veces más. Vi a Julen que empezaba a subir cuando yo estaba arriba pero empezó a tronar y chispear, así que decidí continuar, pensando que me cogería.

Entonces, sus ojos dieron con lo que más deseaba en ese momento, el avituallamiento final: “paré en el ultimo avituallamiento para esperar a Julen y para bajar juntos, yo ya estaba temblando, así que me pusieron una manta por encima y me dieron un caldito de verduras, que parecía ´la vieja del visillo´”, comenta riendo contagiando sus risas al resto. La imagen dantesca la remata Zubero: “luego llegó Julen y le ofrecieron una cerveza haciendo la coña y él la cogió y se la tomó, todos fliparon y un fotógrafo se acercó rápido para inmortalizarlo”, relata, de nuevo entre risas, para hacer una pausa que parece durar segundos: “entonces levanté la vista, vi un glaciar precioso, no sé si es que yo ya iba más ´para Cuenca´ o qué, pero la imagen era de póster, las vistas impresionantes. Me lo tomo como un premio, no ya por finalizar la carrera sino por haber resistido a las más de 8 horas encima de la bici. Para mí la carrera acabó en el kilómetro 70”, finaliza bajo la atenta mirada de sus compañeros.

Entonces, tras cruzar la línea de meta, tanto Julen como Óscar, ya al abrigo de una buena manta, sintiéndose respaldados por una organización que tildan de “espectacular, y eso que somos corredores con ´tiros hechos` en grandes carreras”, llegaron a sentir miedo por Vidal. Pasaban las horas y no llegaba, y habían sido avisados de que sí había coronado el último puerto.

Vidal Celís toma entonces su turno de palabra: “Yo iba literalmente muerto, con el cuerpo que no asimilaba bien la comida, congelado, tirando más de eso que tenemos dentro y que nos hace seguir que de espíritu de competición. Sólo quería llegar, nada más, pero la organización, entiendo que velando por mi seguridad, no me dejó seguir, por lo que fui evacuado en helicóptero junto a otros corredores. La verdad es que era impresionante ver despegar allí helicópteros, que había hasta hospitales militares, desde luego una organización nunca vista por nosotros y que hace grande a esta prueba que ya cuenta con 24 ediciones”, explica, aún decepcionado por no haber podido terminar la prueba después de tanta miseria sobre la bicicleta.

Óscar da la puntilla: “la verdad es que estábamos realmente asustados y cuando le vimos llegar allí en plan ´jefazo´ en helicóptero con su bici y todo ya nos quedamos más tranquilos”, explica mientras gira su dedo índice imitando las hélices del nuevo medio de transporte de Vidal.

Suiza ya queda detrás, los tres brindan con sus copas de vino por la experiencia, pero sobre todo, por la ilusión de haberlo vivido juntos. Los tres saben que ellos, además del resto de integrantes del equipo, son amigos antes que deportistas de élite, y que su amistad sale más reforzada de esta experiencia, aunque Óscar ya ha apuntado sus errores…”¡El año que viene vamos a ganarla!”, grita bajo el sonido cristalino de un nuevo brindis. El infierno alpino de Verbier espera de nuevo.
Fuente: Rafa Simón. Entorno Óscar Pujol

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